Ayer no llegué con los tiempos y subí un par de historias (ya
que como dije, la entrada que publiqué la tenía en cola hacía más de un mes),
dudaba realmente el ponerme a escribir por una cuestión de que no llegaba al
día y que ya había hecho mi descargo, pero después de ver las historias de Sol
Despeinada (haciendo click acá vas a ir a su perfil) me decidí y acá estoy.
Junté muchísimo coraje después de leer eso porque terminé llorando, pero bueno,
acá voy.
Ayer, 28 de septiembre, se conmemoró el DÍA DE ACCIÓN GLOBAL POR EL DERECHO A UN ABORTO LEGAL Y SEGURO. Su
origen se remonta a 1990, cuando fue
instaurado por el 5° Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, llevado
a cabo en Argentina. La idea de que se conmemore el 28 de septiembre fue presentada
por la delegación de Brasil, ya que ese día de 1871 se promulgó la Ley de
Libertad de Vientres, declarando libres a todos los hijos nacidos de mujeres
esclavas a partir de ese día. Hoy, a 30 años de esa fecha, seguimos luchando
por tener un libre acceso a un aborto seguro y gratuito, porque todavía tenemos
gente que sigue debatiendo que sí o que no, sigue habiendo gente que cree que
es una cuestión religiosa o de fe, cuando estamos hablando de un tema jurídico,
de educación y salud pública. Hace dos años se rechazó el proyecto de ley con
media sanción y los pañuelos celestes celebraron y festejaron como si hubieran
ganado la copa del mundo, cuando el único que ganó es el aborto inseguro. Porque es inocente pensar que porque no es
legal no se hace: ES ABORTO LEGAL O ABORTO CLANDESTINO, y no de ahora, esto
viene desde hace muchos años. Y al no tener asesoramiento, guía, contención,
ayuda, las mujeres desesperadas buscan las mil y un formas para no llevar a
cabo un embarazo no deseado, a veces sin detenerse a pensar en las graves consecuencias
que podrían sufrir; es a esto a lo que me refería con las historias de Sol.
Ella es una médica que, de tanto en tanto, hace preguntas a sus miles de
seguidores para que compartan sus experiencias: con la ESI, violencia machista,
femicidios, experiencias con tests de embarazo… Claramente, ayer tocó de
abortos. Cómo fueron las experiencias con el aborto ilegal de las lectoras (o
amigas, o compañeras, o familiares). Realmente lo que leí me heló la sangre.
Leer que desde abuelas o bisabuelas abortaban con té de ruda, andando a
caballo, con agujas y alambres, tirándose de techos o escaleras y hasta
recibiendo violencia física adrede, es un golpe de realidad para las almas
inocentes que creen que el aborto es algo “de ahora” o “una moda” por la que
las feministas de hoy pedimos. Con pastillas, con objetos cortopunzantes, con
bebidas calientes, con cócteles sacados de internet, o de la amiga de una
amiga, en casillas de villas, en garajes, en cuartos sucios y húmedos… Fueron 2
o 3 como mucho, de las aproximadamente 80 historias, que dijeron que pudieron
acceder a un aborto en una clínica en manos de equipo médico, pero que tuvieron
que pagar cuantiosas sumas de dinero (hubo una diciendo que pagó mil dólares,
otra que su madre dejó el sueldo), por lo que ahora también sabemos, que
sobrevivir a un aborto clandestino es un privilegio de clase, porque pagar en un
piso de $40.000 en una clínica no es un lujo que todas puedan darse. Otras
decían que fueron escondidas a cuartitos oscuros, sucios y sin médicos, donde
les introdujeron elementos en sus vaginas o les dieron un blíster de pastillas donde
tuvieron miedo de morir, ellas, sus amigas o madres, de donde muchas salieron
con hemorragias incontrolables, dolores insoportables e infecciones varias.
Son muchas las personas que a día de hoy se horrorizan cuando se
enteran que una mujer abortó, o que si llega a quedar embarazada lo haría, pero
es más común y frecuente que un varón abandone a su novia embarazada (a veces
ni siquiera es la novia) o a su hijo recién nacido y nadie parece horrorizarse
tanto, o cuando ya siendo padre no le quiere pasar cuota alimentaria porque no
quiere hacerse cargo. Cuando una mujer aborta SÍ SE ESTÁ HACIENDO CARGO. De su
salud sexual, reproductiva, económica, social y de su propio plan de vida,
porque todos sabemos, aunque no tengamos hijos, que mantenerlos no es gratis,
que requiere tiempo y dinero. Les horroriza más que nos colguemos un pañuelo
verde a que haya miles y miles de mujeres que procedan a introducirse tallos
verdes de perejil en su tracto reproductivo para abortar, como si no hubiera
médicos ni las drogas para llevar a cabo el proceso, como si viviéramos en el
antiguo Egipto.
Se calcula que por año, solamente en nuestro país, se llevan a
cabo entre 300 y 500 abortos clandestinos, muchos de los cuales terminan en la
mujer muerta. ¿Se imaginan entonces, cuántas son las mujeres al año que mueren
intentando abortar, cuando no tienen el dinero suficiente para hacerlo en una
clínica? ¿Cuántos son los niños que año a año pierden a sus madres cuando estas
deciden no traer otro bebé al mundo, por causales sociales, económicas o
simplemente porque no quieren? La tasa de maltrato a las mujeres que llegan al
hospital con abortos incompletos es alarmantes, las culpabilizan por algo que
ellas quisieron, por una decisión que es meramente de ellas, que es no
maternar, y se las trata como si fueran delincuentes. Es triste y preocupante,
pero las cifras son aproximadas; al tratarse de un procedimiento ilegal del que
no se tienen registros oficiales, no se sabe con exactitud. Estos datos se
toman en base a organizaciones como Camp Aborto Legal, Mumalá, Amnistía
Internacional, entre otras, que le permiten tener el dato aproximado. En cualquier
hospital o clínica se llevan conteos anuales de los partos, los trasplantes,
los legrados, las amputaciones que se hacen, pero si tenemos en cuenta que el
grueso de estos procedimientos no se lleva a cabo en clínicas, es todavía más
difícil llevar un conteo. Ni hablar de las chicas que tienen que abortar solas,
con miedo, que no le dicen a sus parejas, padres y a veces ni siquiera a sus
amigas; chicas asustadas y corriendo contra el tiempo que recurren a comprar
pastillas y realizan los abortos en sus casas (en el mejor de los casos).
Esto se tiene que terminar. Ya.
Tenemos que cortar con el pensamiento dinosaurio de que,
aquellas que llevan a cabo un aborto, lo hacen con una sonrisa en la cara, no
es un procedimiento por el cual sea placentero pasar. A nadie le gusta la idea
de tener que pasarlo, ni ese ni ningún otro para ser francas. Sin ir más lejos,
si alguna vez te realizaste una ecografía mamaria o trasvaginal, probablemente
entiendas ese sentimiento de vulnerabilidad de estar desnuda, sola, abierta de
piernas mientras un profesional te mete el ecógrafo en la vagina y lo mueve de
acá para allá. Es algo para la salud, sí, es algo necesario, es un estudio para
tener todo bajo control, pero eso no deja de hacerme sentir vulnerable. En este
caso es lo mismo. Si un aborto es legal y seguro, sigue posicionándolos en un
lugar de vulnerabilidad, porque sigue siendo un procedimiento traumático, pero
al menos estamos en un hospital, con médicos, psicólogos, asistentes sociales y
un Estado que no nos criminaliza, sino que nos acompaña. Y para los iluminados
que dicen que “ay por qué quieren que sea gratis” y “pero eso tampoco asegura
que la mujer no muera en el proceso”, les tengo respuestas a ambos:
1.
La salud
acá en Argentina es gratis, somos unos de los pocos países en el mundo que
tienen ese “privilegio”, y tratándose de una cuestión de salud pública, el
aborto se incluye.
2.
Otro ejemplo
que usó Sol. Supongamos que tienen que operarte de apendicitis, y tenés dos
opciones: la primera es con un equipo médico adecuado, en un hospital, con
medicamentos e indicaciones para el post operatorio. La segunda opción es en un
galpón, que te opere un carnicero y la anestesia sea a partir de aspirinas y
vino. En ambas tenés riesgo de vida ¿cuál preferirías?
Pero que no se me malinterprete, no me malentiendan. Que yo sea
feminista y me cuelgue al cuello un pañuelo verde, no quiere decir que estoy a
favor del aborto. Yo no estoy a favor
del aborto. Cuando me cuelgo el pañuelo verde estoy diciendo que todas
somos distintas, que todas queremos cosas distintas, y estoy apoyando la idea
de que vos con tu cuerpo sos libre y que hagas con él lo que sea mejor para
vos. Sólo porque yo a mis veintes no tendría un hijo no quiere decir que
obligue a chicas de mi edad o más chicas a realizarse un aborto. NADIE ESTÁ
OBLIGANDO A NADIE A ABORTAR, pero con esta legislación que tenemos
actualmente, de casi 100 años de edad, obliga a las chicas que desean hacerlo,
que lo hagan en la ilegalidad y, si no tienen dinero, a hacerlo a riesgo de que
pierdan la vida. O en el peor de los casos, las quiere obligar a parir. La maternidad
tiene que ser deseada, no una obligación o una imposición. Más allá de que, si
tenemos que salir de nuestra burbuja egoísta, tenemos que pararnos a pensar que
no todas recibieron la misma educación sexual, que los métodos anticonceptivos
fallan, que muchas tienen parejas abusivas que se niegan a usar preservativos y
pueden violentarse con ellas si optan por métodos hormonales, y un largo
etcétera.
Volvemos a lo mismo, ya no se habla de aborto sí o aborto no,
estamos hablando de que sea legal o clandestino. Para hablar de que el aborto
sea la última opción, primero hay que hablar y asegurar educación sexual
integral para todos los niveles de la vida y no sólo en las escuelas; tenemos
que hablar de métodos anticonceptivos, de responsabilidad sexual, de embarazos
no deseados e infecciones de transmisión sexual. Tenemos que practicar la
empatía y dejar de mirarnos los propios ombligos, hay muchas realidades y no
siempre van a ser iguales a las nuestras.
No me voy a cansar nunca de decirlo, pero para que se entienda
que el mensaje del pañuelo no es VAYAN Y ABORTEN, sino que es la última opción
cuando ya es tarde y no queda otra, pero para evitarlo es:
EDUCACIÓN SEXUAL PARA
DECIDIR
ANTICONCEPTIVOS PARA NO
ABORTAR
ABORTO LEGAL PARA NO MORIR