martes, 29 de septiembre de 2020

My body my choice

Ayer no llegué con los tiempos y subí un par de historias (ya que como dije, la entrada que publiqué la tenía en cola hacía más de un mes), dudaba realmente el ponerme a escribir por una cuestión de que no llegaba al día y que ya había hecho mi descargo, pero después de ver las historias de Sol Despeinada (haciendo click acá vas a ir a su perfil) me decidí y acá estoy. Junté muchísimo coraje después de leer eso porque terminé llorando, pero bueno, acá voy.

Ayer, 28 de septiembre, se conmemoró el DÍA DE ACCIÓN GLOBAL POR EL DERECHO A UN ABORTO LEGAL Y SEGURO. Su origen se remonta a 1990, cuando fue instaurado por el 5° Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, llevado a cabo en Argentina. La idea de que se conmemore el 28 de septiembre fue presentada por la delegación de Brasil, ya que ese día de 1871 se promulgó la Ley de Libertad de Vientres, declarando libres a todos los hijos nacidos de mujeres esclavas a partir de ese día. Hoy, a 30 años de esa fecha, seguimos luchando por tener un libre acceso a un aborto seguro y gratuito, porque todavía tenemos gente que sigue debatiendo que sí o que no, sigue habiendo gente que cree que es una cuestión religiosa o de fe, cuando estamos hablando de un tema jurídico, de educación y salud pública. Hace dos años se rechazó el proyecto de ley con media sanción y los pañuelos celestes celebraron y festejaron como si hubieran ganado la copa del mundo, cuando el único que ganó es el aborto inseguro. Porque es inocente pensar que porque no es legal no se hace: ES ABORTO LEGAL O ABORTO CLANDESTINO, y no de ahora, esto viene desde hace muchos años. Y al no tener asesoramiento, guía, contención, ayuda, las mujeres desesperadas buscan las mil y un formas para no llevar a cabo un embarazo no deseado, a veces sin detenerse a pensar en las graves consecuencias que podrían sufrir; es a esto a lo que me refería con las historias de Sol. Ella es una médica que, de tanto en tanto, hace preguntas a sus miles de seguidores para que compartan sus experiencias: con la ESI, violencia machista, femicidios, experiencias con tests de embarazo… Claramente, ayer tocó de abortos. Cómo fueron las experiencias con el aborto ilegal de las lectoras (o amigas, o compañeras, o familiares). Realmente lo que leí me heló la sangre. Leer que desde abuelas o bisabuelas abortaban con té de ruda, andando a caballo, con agujas y alambres, tirándose de techos o escaleras y hasta recibiendo violencia física adrede, es un golpe de realidad para las almas inocentes que creen que el aborto es algo “de ahora” o “una moda” por la que las feministas de hoy pedimos. Con pastillas, con objetos cortopunzantes, con bebidas calientes, con cócteles sacados de internet, o de la amiga de una amiga, en casillas de villas, en garajes, en cuartos sucios y húmedos… Fueron 2 o 3 como mucho, de las aproximadamente 80 historias, que dijeron que pudieron acceder a un aborto en una clínica en manos de equipo médico, pero que tuvieron que pagar cuantiosas sumas de dinero (hubo una diciendo que pagó mil dólares, otra que su madre dejó el sueldo), por lo que ahora también sabemos, que sobrevivir a un aborto clandestino es un privilegio de clase, porque pagar en un piso de $40.000 en una clínica no es un lujo que todas puedan darse. Otras decían que fueron escondidas a cuartitos oscuros, sucios y sin médicos, donde les introdujeron elementos en sus vaginas o les dieron un blíster de pastillas donde tuvieron miedo de morir, ellas, sus amigas o madres, de donde muchas salieron con hemorragias incontrolables, dolores insoportables e infecciones varias.

Son muchas las personas que a día de hoy se horrorizan cuando se enteran que una mujer abortó, o que si llega a quedar embarazada lo haría, pero es más común y frecuente que un varón abandone a su novia embarazada (a veces ni siquiera es la novia) o a su hijo recién nacido y nadie parece horrorizarse tanto, o cuando ya siendo padre no le quiere pasar cuota alimentaria porque no quiere hacerse cargo. Cuando una mujer aborta SÍ SE ESTÁ HACIENDO CARGO. De su salud sexual, reproductiva, económica, social y de su propio plan de vida, porque todos sabemos, aunque no tengamos hijos, que mantenerlos no es gratis, que requiere tiempo y dinero. Les horroriza más que nos colguemos un pañuelo verde a que haya miles y miles de mujeres que procedan a introducirse tallos verdes de perejil en su tracto reproductivo para abortar, como si no hubiera médicos ni las drogas para llevar a cabo el proceso, como si viviéramos en el antiguo Egipto.

Se calcula que por año, solamente en nuestro país, se llevan a cabo entre 300 y 500 abortos clandestinos, muchos de los cuales terminan en la mujer muerta. ¿Se imaginan entonces, cuántas son las mujeres al año que mueren intentando abortar, cuando no tienen el dinero suficiente para hacerlo en una clínica? ¿Cuántos son los niños que año a año pierden a sus madres cuando estas deciden no traer otro bebé al mundo, por causales sociales, económicas o simplemente porque no quieren? La tasa de maltrato a las mujeres que llegan al hospital con abortos incompletos es alarmantes, las culpabilizan por algo que ellas quisieron, por una decisión que es meramente de ellas, que es no maternar, y se las trata como si fueran delincuentes. Es triste y preocupante, pero las cifras son aproximadas; al tratarse de un procedimiento ilegal del que no se tienen registros oficiales, no se sabe con exactitud. Estos datos se toman en base a organizaciones como Camp Aborto Legal, Mumalá, Amnistía Internacional, entre otras, que le permiten tener el dato aproximado. En cualquier hospital o clínica se llevan conteos anuales de los partos, los trasplantes, los legrados, las amputaciones que se hacen, pero si tenemos en cuenta que el grueso de estos procedimientos no se lleva a cabo en clínicas, es todavía más difícil llevar un conteo. Ni hablar de las chicas que tienen que abortar solas, con miedo, que no le dicen a sus parejas, padres y a veces ni siquiera a sus amigas; chicas asustadas y corriendo contra el tiempo que recurren a comprar pastillas y realizan los abortos en sus casas (en el mejor de los casos).

Esto se tiene que terminar. Ya.

Tenemos que cortar con el pensamiento dinosaurio de que, aquellas que llevan a cabo un aborto, lo hacen con una sonrisa en la cara, no es un procedimiento por el cual sea placentero pasar. A nadie le gusta la idea de tener que pasarlo, ni ese ni ningún otro para ser francas. Sin ir más lejos, si alguna vez te realizaste una ecografía mamaria o trasvaginal, probablemente entiendas ese sentimiento de vulnerabilidad de estar desnuda, sola, abierta de piernas mientras un profesional te mete el ecógrafo en la vagina y lo mueve de acá para allá. Es algo para la salud, sí, es algo necesario, es un estudio para tener todo bajo control, pero eso no deja de hacerme sentir vulnerable. En este caso es lo mismo. Si un aborto es legal y seguro, sigue posicionándolos en un lugar de vulnerabilidad, porque sigue siendo un procedimiento traumático, pero al menos estamos en un hospital, con médicos, psicólogos, asistentes sociales y un Estado que no nos criminaliza, sino que nos acompaña. Y para los iluminados que dicen que “ay por qué quieren que sea gratis” y “pero eso tampoco asegura que la mujer no muera en el proceso”, les tengo respuestas a ambos:

1.    La salud acá en Argentina es gratis, somos unos de los pocos países en el mundo que tienen ese “privilegio”, y tratándose de una cuestión de salud pública, el aborto se incluye.

2.    Otro ejemplo que usó Sol. Supongamos que tienen que operarte de apendicitis, y tenés dos opciones: la primera es con un equipo médico adecuado, en un hospital, con medicamentos e indicaciones para el post operatorio. La segunda opción es en un galpón, que te opere un carnicero y la anestesia sea a partir de aspirinas y vino. En ambas tenés riesgo de vida ¿cuál preferirías?

Pero que no se me malinterprete, no me malentiendan. Que yo sea feminista y me cuelgue al cuello un pañuelo verde, no quiere decir que estoy a favor del aborto. Yo no estoy a favor del aborto. Cuando me cuelgo el pañuelo verde estoy diciendo que todas somos distintas, que todas queremos cosas distintas, y estoy apoyando la idea de que vos con tu cuerpo sos libre y que hagas con él lo que sea mejor para vos. Sólo porque yo a mis veintes no tendría un hijo no quiere decir que obligue a chicas de mi edad o más chicas a realizarse un aborto. NADIE ESTÁ OBLIGANDO A NADIE A ABORTAR, pero con esta legislación que tenemos actualmente, de casi 100 años de edad, obliga a las chicas que desean hacerlo, que lo hagan en la ilegalidad y, si no tienen dinero, a hacerlo a riesgo de que pierdan la vida. O en el peor de los casos, las quiere obligar a parir. La maternidad tiene que ser deseada, no una obligación o una imposición. Más allá de que, si tenemos que salir de nuestra burbuja egoísta, tenemos que pararnos a pensar que no todas recibieron la misma educación sexual, que los métodos anticonceptivos fallan, que muchas tienen parejas abusivas que se niegan a usar preservativos y pueden violentarse con ellas si optan por métodos hormonales, y un largo etcétera.

Volvemos a lo mismo, ya no se habla de aborto sí o aborto no, estamos hablando de que sea legal o clandestino. Para hablar de que el aborto sea la última opción, primero hay que hablar y asegurar educación sexual integral para todos los niveles de la vida y no sólo en las escuelas; tenemos que hablar de métodos anticonceptivos, de responsabilidad sexual, de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual. Tenemos que practicar la empatía y dejar de mirarnos los propios ombligos, hay muchas realidades y no siempre van a ser iguales a las nuestras.

No me voy a cansar nunca de decirlo, pero para que se entienda que el mensaje del pañuelo no es VAYAN Y ABORTEN, sino que es la última opción cuando ya es tarde y no queda otra, pero para evitarlo es:

 

EDUCACIÓN SEXUAL PARA DECIDIR

ANTICONCEPTIVOS PARA NO ABORTAR

ABORTO LEGAL PARA NO MORIR



Tarde o temprano, pero Será Ley.

lunes, 28 de septiembre de 2020

The Good, the Bad and the Ugly (Quarantine edition)

 

Quienes me conocen lo saben bien y para los que no se los comento: nunca jamás desde que soy chica que me considero una persona optimista. Es algo que siempre odié de la filosofía Disney, que siempre todo es color de rosa y que siempre todo va a salir bien de alguna forma u otra. Me huele a hipócrita y una falsedad inconmensurable, tanto positivismo y dar la falsa imagen de espíritu alegre y optimista me da asco. Siempre fui una mina seca con los pies sobre la tierra, porque tampoco es que veía todo negro. Siempre fui una persona más bien realista; veo las cosas como son y no trato de encontrarle el lado brillante a todo. Si siguen leyendo van a ver que por esta mera vez, hice una excepción (pasa que, originalmente iba a tratar sólo aspectos positivos). Con esto quiero decir que, en el contexto que todo el mundo está viviendo (y que acá en Argentina parece más infinito que las camadas de políticos mentirosos) desde mi humilde lugar ya tengo los aspectos del mismo analizados. Los buenos, los malos y los feos. Visto y considerando que para cosas tristes y negativas tenemos 24/7 noticieros monotemáticos, portales de noticias, redes sociales y el boca en boca, decidí dejar de leer, ver y hablar del tema. Informarse está bien, porque nunca va a ser algo bueno mantenerse ignorante y sentir que estás viviendo en un frasco de mermelada, pero me parece un extremo para nada sano estar pendiente de las personas que enferman o fallecen, de lo que tal especialista o cual mandatario dice o hace, preocupando e invadiendo con paranoia a la masa tonta y asustadiza (que ya hace 6 meses viene arrastrando esto). Quiero decir, sí, esto es una mierda, sí, hay gente que perdió su trabajo, gran poder adquisitivo y cayó en la línea de pobreza, sí, hay gente que falleció y se deprimió, pero no es lo que quiero tratar acá ni es el punto de la entrada. Perdón pero me fui un poco por las ramas. Acá vengo a contar mi experiencia, cómo yo lo vengo pasando y lo que realmente quería transmitir.

Quiero empezar por lo menos placentero, pero no me quiero enfocar mucho en esto tampoco. Les cuento, los aspectos malos y feos en lo que a mí respecta. Lógicamente extraño a todo el mundo y mi vida normal (no hay mentira más grande que llamar a este contexto “nueva normalidad”). Extraño poder saludar con un beso y un abrazo a un amigo o amiga que no veo hace mucho, compartir una cerveza o un café, escuchar sus voces o risas en vivo y en directo, salir a la noche, poder pasear a Nerón sin estar pendiente de barbijos o distancias, ir al cine, de compras o simplemente a la plaza a mirar las nubes con buena compañía. En un mundo tan digitalizado como este (lo cual ahora demostró ser una gran ventaja) perdimos la poca posibilidad de contacto humano que teníamos. A su vez, esta mierda de cuarentena me truncó la búsqueda laboral. Recién recibida y no tengo oportunidad de trabajar, es más: ni siquiera tengo el título en mi poder porque claro, las universidades están cerradas. Perdí la posibilidad de ir a entrenar como estaba acostumbrada, mis clases de pole dance 3 veces por semana. Ir a reuniones sociales y cumpleaños, juntadas y paseos, todo truncado…

Ahora, quiero hablarles de la idea original y el espíritu de esta entrada. Hace unos días tuve uno de mis tantos episodios de breakdown donde me agarran ataques de angustia y llanto imparable (que conste, esto me pasa desde hace muuuuucho antes de la pandemia, hace ya unos buenos años), donde siento que todo es una mierda y no hay forma de hacerme sentir mejor o de levantarme el ánimo. Sólo me limito a llorar, dormir, escuchar música y, como era de esperar, escribir. Cuando descubrí que mi orgulloso trasero tiene como ascendente astrológico el signo de piscis, todo tuvo más sentido: son los reyes de la sensiblería. Me bad. Pero después de una charla con David, donde me ayudó a calmarme un poco y obviamente me hizo sentir mejor, me paré y pensé en hacer un ejercicio –que, les digo, les recomiendo de corazón que lo hagan ustedes también. Desde marzo venimos diciendo cómo el encierro y la cuarentena nos viene afectando negativamente (como dije más arriba), todo lo malo que nos pasó y cuántos planes, grandes o chiquitos, nos arruinó este virus de mierda. En este ejercicio que me dispuse a hacer, me paré a pensar y recopilar todos los aspectos lindos y positivos que me vienen pasando desde entonces. Al principio pensé en hacer un hilo de tweets. Pero como eso pasa al olvido en dos segundos, caí en que quizás no iba a servir. Después dije bueno, ya que estoy lo plasmo en mi libro de memorias. Sí, lo voy a hacer, pero todavía estoy terminando de pasar en limpio otros textos que cronológicamente corresponden, así que todavía no (todavía siento que está muy vacío esto). Y claro, ahora que tengo un espacio mejor y personalizado lo puedo hacer bien. Sin más, paso a compartirles un poco de las cosas lindas que está dejando esta mierda (más o menos vendría a ser como los aspectos del yin y el yang, particularmente el yin: “representando lo ‘bueno’ que hay en lo ‘malo’.”).

La ley y el orden y la limpieza. Una de las cosas más positivas que me dejó el encierro, es que me hice fan de limpiar. Hay gente que se avocó a clasificar y acomodar su ropa y sus espacios, otros se volcaron por la jardinería, pintar con acuarelas o hacerse cagadas en el pelo. A mí me pegó por el lado de la limpieza y ordenar. Siempre fue una tarea que odié (como lavar los platos), la hacía nomás por obligación y porque tengo sentido de la higiene y la armonía visual, pero ahora es algo que hasta me produce placer, como le digo yo, es una terapia. Si bien hago mi cama, doblo/guardo la ropa todos los días, mantengo mi escritorio despejado y paso la escoba por mi habitación día por medio (entre mi hijo y yo juntamos más pelo caído que peluquería recién inaugurada), quienes me siguen en instagram saben que el jueves es EL DÍA de la limpieza. Aprovechando el cambio de sábanas, me hago mi rutina con la música al palo (si es que no lo hago mientras miro una película) y les digo que posta lo disfruto. Corro la cama (que pesa una tonelada) y la mesa de luz, saco y aspiro la alfombra, barro por todos los rincones, paso franela y plumero, limpio los vidrios y el espejo, desocupo la mesa de luz, el escritorio y los estantes para sacar polvo y limpiar las superficies (además de limpiar adornos, portarretratos, libros y las cosas que tengo en ellas) y tiro perfume textil a diestra y siniestra. Si le meto pata tardo 30/40 minutos, pero como me gusta hacerlo relajada, escuchando música y siendo detallista, me lleva entre hora y media y dos horas (ni hablar si un día me consume la paja que me tomo el tiempo para todo). Es de las pocas cosas que voy a extrañar cuando se vuelva a la normalidad, porque asumo que no voy a tener el tiempo ni las ganas de hacerlo, pero como dije, en este momento estoy sacando los aspectos positivos dentro de un contexto de mierda.

The art of cooking. Otro gran punto en común que tuvo mucha gente, es que se les dio por cocinar (o en su caso, probar recetas nuevas sacadas de internet). A mí también, pero en menor medida, o quizás con menos frecuencia. Nunca me gustó cocinar, no soy de esas personas que se entretiene y cocina con una sonrisa. Claramente cuando me reparto las tareas de la casa y me toca, lo hago, sin más, pero incursioné haciendo algún que otro plato. Igual que el ítem anterior; me pongo música o una buena peli y arranco. No voy a decir tampoco que me convertí en Paulina Cocina pero puedo presumir de mis galletitas de avena con cacao, mis pancitos de queso y mi carrot cake.

The eye of the tiger. Este punto quizás sea el más polémico en cuanto a mí personalmente. Nunca, jamás, ni en mi sueño más falopa y descabellado me hubiera visto a mí misma haciendo ejercicio en mi casa, pero ni de casualidad. Desde el día 0 de la cuarentena estoy tomando clases de stretching con mi profe de pole dance; es increíble lo mucho que mejoré. Yo que toda la vida fui un tronco de roble, verme a mí misma hacer determinados movimientos y figuras que siempre pensé en algo inalcanzable, me genera mucho bienestar (y así tampoco pierdo el progreso de elasticidad que llevo desde hace 4 años que empecé con esta hermosa disciplina). Eso solo era en un principio, más adelante empecé a recolectar rutinas y armarme las mías propias, y me propongo hacer aunque sea un poquito todos los días (además de caminar con Nerón una vez por día), con peso, con resistencia, con más repeticiones. Si bien no hago el esfuerzo ni me ejercito igual que haciendo mis 3 clases semanales de pole dance con esas entradas en calor que me dejan temblando, me veo al espejo y amo lo que me devuelve. Estoy tonificando y trabajando áreas por mi cuenta que nunca pensé en hacer, y aunque haya zonas que deteste hacer, al ejercicio en casa en general le tomé el gustito.

The art of art. Los primeros días de cuarentena pinté como si no hubiera un mañana. Mi hermano me regaló uno de esos libritos con mandalas y como una sacada me pasaba horas y horas y horas, sentada pintando, después un poco se me pasó. En abril empecé un proyecto escrito, el cual todavía está en desarrollo, mientras terminaba de leer la autobiografía de Bruce Dickinson. Desempolvé una carpeta que usaba para la facu, agarré un block de hojas en blanco y empecé a escribir a lápiz (es así como mejor me inspiro y como arranqué a hacerlo allá hace tiempo). Ya veremos en qué resulta, pero como todavía es algo confidencial, no le hablé de eso a nadie. Para mayo ya había terminado el que yo llamo mi Libro de Memorias (ya hablaré de esto más adelante en una entrada especialmente), lo que implicó escribir mucho. Al mes más o menos me dediqué de lleno a la escritura en mi nuevo LdM como para terminar de ponerme al día. En agosto, para mi cumpleaños, me regalaron la computadora en la que estoy escribiendo ahora y decidí volver a la plataforma de blogger. Es una idea y un deseo que tengo hace mucho tiempo (lo cual se hacía más notorio cada vez que me ponía a escribir en instagram y me llegaba al límite de caracteres) pero mi problema era el no poder escribir cómoda desde el celular, además de que la inspiración no fluye de la misma forma… quienes escriban me van a saber entender. Por último, algo que hice hace más o menos 3 meses fue terminar de recortar los tres kilos de revistas que tenía acumuladas hace milenios; con la idea de hacer collages, y no fue hasta hace un par de días que les terminé de dar uso. En mi nuevo libro de memorias hice collages internos (en esas típicas páginas destinadas a datos, tablas con horarios, gastos y demás) y ayer terminé de hacer tapa y contratapa. Ya está totalmente forrada y con una nueva imagen (ya estaba un poco cansada de las florcitas y el glitter), que quienes me siguen en instagram ya habrán visto. Escribir siempre fue mi fuerte si nos referimos al costado artístico, pero quien dice, a lo mejor antes de que termine de esta mierda incursiono en un nuevo terreno.

Thom sin Jerry. Esta es una de las partes que dudé mucho en incluir, no por nada negativo, sino porque meramente se trata de una sola persona. Si me siguen y ven mis historias seguido, ya se harán una idea de quién estoy hablando. Hace ya un tiempo, desde que supe que David Ellefson tenía un proyecto solista paralelo a Megadeth, veía sus fotos y me daba cuenta que había una persona que me resultaba bastante intimidante (particularmente cuando me mandaba fotos en Europa en el marco del Basstory Tour), el cantante de dicho proyecto. No vino al tour sudamericano por un tema de presupuesto, pero tengo entendido que en Norteamérica y Europa sí fue con él. Es probable que no lo conozcan porque no es una persona de mucho renombre en esta parte del mundo, o si no siguen este proyecto paralelo es factible que nunca lo hayan visto, pero los fans de Slipknot seguramente lo conocen: es la persona que frustró el suicidio de Corey Taylor. Se llama Thom Hazaert y es una de las personas más copadas que conocí en este último tiempo, particularmente luego de 6 meses de encierro. Una noche estaba en uno de mis tantos episodios de mental breakdown donde todo me pone mal y no logro sacar una sonrisa, y veo que David está haciendo un streaming en youtube con este hombre. Duró un par de horas y sinceramente me reí bastante. Como luego de cada vivo, David me habla para agradecerme por verlo, y yo hice lo propio por subirme el ánimo, y fue que se me ocurrió hablarle a Thom. Como siempre tratándose de una persona que no me sigue, los mensajes llegan a solicitudes y es factible que nunca sean leídos, pero yo dije “ya fue, qué puedo perder”. Efectivamente, fue mucho lo que gané y no perdí nada. Como dicen siempre, las apariencias engañan y atrás de ese aspecto hosco y malo, hay un osito de peluche. Al principio fue una charla banal, y ya a esta altura no sólo también tengo su número de teléfono personal, sino que también es frecuente hacer videollamadas y quedarnos hasta altas horas hablando de la vida, mientras nos cuenta con cuántas estrellas del mundo de la música está actualmente trabajando. Es una muy buena persona que espero conocer en un futuro, pero puedo decir con certeza que es de las mejores cosas que me dejó estos meses de encierro.

Make up. Otra de las cosas con la que se me dio por experimentar es con el maquillaje y sus diferentes variedades. Nunca fui muy fan ni tampoco experta, pero si hay algo que muchos tuvimos (y aún seguimos teniendo porque seguimos confinados) es tiempo libre, y me dediqué a practicar. Al principio fue muy seguido, día por medio me sentaba al sol y me ponía a jugar y combinar distintos colores, materiales, texturas y técnicas, pero ya ahora lo hago muy de vez en cuando, ya que claramente, si me pongo a maquillarme todos los días con el mero fin de practicar y hacerme más hábil al momento de salir, cuando efectivamente pueda salir y vaya a hacerlo, voy a estar sin un solo elemento (sabemos todos que tampoco es el mejor momento para gastar en algo como maquillaje, ¿no?), pero puedo decir que estoy bastante feliz con los resultados, siendo que mis favoritos los subí a mi cuenta de instagram, y lo que es más, ya tuve oportunidad de “estrenarlos” y quedé muy feliz con los resultados.

Lo bueno que se quede dentro... Me ha pasado también, con el hecho de no poder juntarme con mis amigos, verme envuelta en la proliferación de grupos de whatsapp, discord y videollamadas en ambas plataformas. Me pasó que tuve la fortuna de afianzar unos hermosos vínculos afectivos que venía gestando hace tiempo. Y acá no solo incluyo a mis amigos, sino que también cuento a esas personas que, quizá no las hubiera llamado amigas hace unos meses, gente con la que cruzaba palabras de vez en cuando pero que no teníamos una unión fuerte como para llamarla amistad. Lo bueno que te da el tiempo libre es disponibilidad y una mejor capacidad de conocer a la gente, lo cual en estos casos viene como anillo al dedo. Con esto no digo que no haya muchas de estas personas pasándola mal o que no estén amargadas con esta situación de mierda, pero la realidad es que, de no haber sido por este tiempito que me hice para conocerlos mejor, quizás hoy eran perfectos extraños y no hubiera afianzado el lazo. No me olvido que esta entrada es para ver lo bueno en lo malo.

… y la mierda tóxica afuera. Una de las cosas más sanas que podés hacer, es limpieza emocional. Cuando hay gente de mierda que no te aporta ni te suma nada positivo, que te envidia, te caretea y te ataca, que busca siempre la oportunidad para hacerte mal y escupirte la bilis venenosa y la mierda que lleva adentro, lo mejor que podés hacer es suprimirla, eliminarla, sacarla de todos lados y quedarte con las cosas valiosas. También aplica (y cómo…) a esas personas que se hacen llamar amigas cuando hay algo de interés, cuando te buscan para poder sacarte una tajada. Eso que muchos le dicen “amistad por conveniencia”, que se borran cuando no podés darles más nada, o cuando ya no tienen qué sacarte, esas mierdas son las peores en mi opinión. Convengamos que tampoco es necesario pasar por una pandemia peligrosa y mortal para sacarnos de encima a los soretes de este calibre que en un mundo como el nuestro abundan, pero como estas situaciones sacan, en su mayoría, lo peor que tiene este tipo de basura, al conocer bien su verdadera cara es más fácil eliminarlos de nuestro plano. Soy una persona muy espiritual y creo firmemente que, cuando una persona está rodeada de energías negativas y vampiros que absorben lo mejor que uno tiene para dar, se terminan de convertir en una mierda igual que ellos. En cambio cuando te rodeás de gente con buena energía que transmite una vibra positiva, te hace mejor a la cabeza y al cuerpo, y te nutre de su misma energía. Como se dice popularmente, energía negativa atrae energía negativa, e igual con la positiva.

 

Se me hizo un poco largo y no era la intención, pero esto más que una entrada para mi público, fue un ejercicio de introspección para mí, por lo cual no estuve ni cerca de calcular o medir las palabras. Además, hace un mes que tengo esta entrada en hiatus y no me decidía a cerrarla y publicarla. Al margen, después de mi cumpleaños fue el boom de ese juego de tripulaciones e impostores que a esta altura debemos conocer todos, y que sin mentirles, me consumió mucho del tiempo. Bah, no tampoco consumir, porque al jugar en su mayoría con amigos y gente que quiero, lo considero como otra forma de pasarla bien puertas adentro y sin contacto humano. Me hice tiempos para escribir (comentario al margen, sigo trabajando en mi proyecto manuscrito, lo cual me lleva más tiempo), para relajarme, dedicarme a mis prácticas brujiles, y ahora también para jugar. Y respondiendo a algunas preguntas que me hicieron de que tardo mucho en publicar, ahora saben el por qué. Prefiero hacer entradas más extensas y elaboradas a que solamente escribir una hoja así nomás y mandarla. Como sea, agradezco mucho a los que me alientan a seguir escribiendo y publicando porque les interesa leerme. Y también pido disculpas si tardo más de lo que solía tardar hace tiempo, pero como dije, se me dio ahora por hacer textos más largos.

martes, 1 de septiembre de 2020

The sands of time for me are running low...

 

Esta entrada no estaba en mis planes, pospuse la que vengo preparando pero esta me cayó de inspiración espontánea cuando me levanté. Precisamente hoy cuando agarré mi celular y vi la fecha, “1° de septiembre” y la pregunta que vi muchos hacerse agarrándose la cabeza, “¿EN QUÉ MOMENTO LLEGAMOS AL NOVENO MES DEL AÑO?”. Perdí la noción del tiempo. Entre los muchos estragos que hizo la cuarentena en mi persona (¿ya mencioné que destrozó mis horarios de sueño y descanso?), está el hecho de perder la noción del día en que vivo y los tiempos que transcurren. Y por lo que leí, somos varios los que estamos en la misma. Salvo algunas fechas particulares, estuve totalmente perdida, sin saber ni qué día ni qué número era, y mismo casi casi se me escapa saludar a un par de personas por su cumpleaños creyendo que era el día anterior a la fecha indicada. Otra cosa que me pasó hoy que me empujó a hablar de esto es que, hablando con una amiga, me hice enredo con fechas. Hablando de algo que habíamos debatido hace un tiempo le dije algo como “claro, eso que te comenté hace…” y me quedé pensando, escribiendo, antes de mandarle el mensaje “¿fue hace dos o tres meses?”, y le mandé dos y medio. Para ejemplificar un caso de los muchos que me vienen pasando.

No es algo nuevo que para muchos argentinos (digo argentinos porque acá es más común que el helado de vainilla pero tengo entendido que pasa seguido en otros lugares, particularmente en Sudamérica) es una costumbre bastante usual empezar a contar algo y decir “sí porque el otro día…” y quizás con el otro día se refiere a dos semanas, cinco meses o dos años atrás, pero en este caso no es algo intencional ni algo de costumbre, sino que realmente estoy perdida en el tiempo y no tengo noción de los hechos que pasaron en el medio. A fines de marzo seguía con los pies en la tierra, pero a partir de mediados de abril fue que todo se fue a la mierda y me terminé de perder. Esto realmente es un bajón para personas memoriosas como yo. Hay fechas imborrables –y no tanto- que recuerdo a la perfección, como bien son fechas de noviazgo, cumpleaños (y no sólo de personas cercanas a mí, recuerdo muchos cumpleaños de chicos que fueron compañeros míos de la primaria y ya ni tengo trato con ellos), recitales, eventos de gran envergadura o días especiales; recuerdo nombres de personas que no frecuento hace años (dando el ejemplo de mis compañeros de primaria por ejemplo, de sus padres o hermanos) recuerdo muchos lugares aunque no los haya frecuentado o cómo llegar a ellos por más que haya ido una sola vez; recuerdo frases y voces de personas que nos dejaron hace ya tiempo… para ejemplificar, pero sí, una de mis mejores cualidades puedo decir que es la buena memoria. Esto era común que me pasara en las vacaciones entre períodos escolares; al desacostumbrarme de escribir la fecha, llegaba un punto que me perdía en qué día vivía, y creo que en este contexto me está pasando pero peor. Realmente no quiero entrar en el círculo vicioso de decir que esta cuarentena nos está arruinando a todos y demás, pero sí, y se empieza por perderte en el día que estás. Tampoco voy a ponerme a hablar de gente de mierda, no soy bioquímica como para ponerme a analizar mierda y tampoco voy a darle un espacio que no merecen.

En fin, no quería extenderme, pero quería aunque sea dejar plasmado un mal común de este año que tan particular viene siendo. Es ahora que me acuerdo cuando todo el mundo puteaba al mes de enero diciendo que se estaba estirando más de la cuenta, que ya estaban aburridos, que quería que sea marzo para arrancar con sus actividades y creo que es la primera vez en mi vida que anhelo volver al verano y a ese mes infernal sólo para no estar encerrada y tener una vida normal... Por lo demás, espero que esta mierda termine pronto.