viernes, 28 de agosto de 2020

Let me introduce myself...

…I’m a social disease

Normalmente la gente se presenta y luego sigue con lo que iba a decir, pero como me gusta hacer las cosas al revés, calculo que ese momento es ahora. En realidad yo escribí la primera entrada asumiendo que mis viejos y asiduos lectores eran los únicos que iban a dignarse a entrar (al momento de estar escribiendo esto, tengo casi 300 vistas en mi primera entrada, lo cual supera algunas de cuando estaba más activa en mi viejo blog, y apenas lleva un par de horas de publicada, realmente me asombró), pero recibí mensajes muy lindos de gente que me sigue en instagram y que realmente no me conoce o me sigue hace muy poco, con lo cual sé que es gente que no me leía allá y hace tiempo porque no nos conocíamos. Con esto quiero decir que si ya me conocés, si ya hablamos seguido o si sos mi amigo o conocido en redes hace mucho, podrías obviar esta entrada porque no voy a contar nada que no sepas (o tal vez sí), es simplemente hacer una introducción sobre mi persona, mis gustos e historia y contar un poco de cómo soy, qué me gusta (y qué no) y qué es factible que encuentres en este blog en entradas futuras. Dicho esto, empezamos.

Muchas personas conocen mi nombre real, que no viene al caso porque no lo uso en estos medios, pero acá soy Necrópolis, Lioness o Viker, como me dicen hace ya más de 10 años (que si se lo preguntan, sí, es por Varg Vikernes, y que no, no soy asidua al black metal, es sólo el apodo que quedó de una divertida historia). En cuanto al nombre de mi blog, si bien coincide con mi signo del zodíaco, nada tiene que ver: el origen se remonta a la banda paralela de Steve Harris –British Lion- y a que cuando me hice la cuenta de instagram no sabía qué nombre ponerme. Considerando que este hombre es el gran amor de mi vida (ya les contaré de esto también) y que él es un león británico, se me ocurrió que podría ser una buena idea que yo sea la leona argentina. Nací el 18 de agosto de 1995, por lo cual a día de hoy tengo 25 años. Nací en un suburbio de Buenos Aires y me crié acá. Desde los 5 años llevo aprendiendo inglés y a día de hoy me considero fluida hablándolo (tuve la suerte de ir a estudiar a Londres y hacer un curso de idioma), además de que el 99% de la música que escucho es en ese idioma y gracias a ello llevo aprendido bastante vocabulario, y además tengo la suerte de tener contacto con personas de otras partes del mundo y me ayuda mucho con la práctica. Desde que tengo uso de razón amo dibujar, con casi cualquier material, así como pintar. Un poco más entrada en años descubrí que escribir era otra de mis grandes pasiones; desde que soy chica tengo diarios íntimos y hago diarios de viaje, luego con la llegada de Facebook solía escribir en esa sección llamada “notas” (que no sé si sigue existiendo, pero era muy popular allá por los años 2008 y 2009) y terminé de explotar ese talento con la creación de mi blogger y la compra de mi Libro de Memorias (la carpeta anillada de la que les hablé en la entrada anterior, hace poquito terminé con el primero que compré y empecé uno nuevo con el mismo espíritu. Ya les contaré más detalles de esto), aunque hoy por hoy probablemente donde más escriba es en instagram, cada tanto que me inspiro y hago posteos largos (ahí tengo límite de caracteres, acá no, porotito a favor de blogspot). Otro de mis pasatiempos favoritos es leer. Tengo una biblioteca bastante gorda y es algo que empecé gracias a los libros de Harry Potter –antes de eso, no leía ni los chistes del diario- cuando todavía era muy niña. Hoy mi escritor favorito es Eduardo Galeano (recomiendo fervientemente su obra, especialmente Mujeres) y algunos libros que me encantan que no son de su autoría son El Hombre Mediocre (de José Ingenieros, también conocido como mi libro favorito), Un mundo feliz (Aldous Huxley) y 1984 (George Orwell). Mientras escribo esto, si bien tengo la lectura un poco de lado porque me avoqué más a escribir yo, estoy leyendo More Life with Deth (David Ellefson & Thom Hazaert).

Cuando egresé del colegio secundario, empecé a estudiar veterinaria. Hice un año y dejé, al margen de los problemas personales que tuve aquel año (2014) me di cuenta que a pesar de que toda mi vida dije que quería ser veterinaria, realmente no era lo mío. Ese año a modo de esparcimiento hice un curso intensivo de inglés y rendí el FCE, que nunca me creí capaz de hacerlo. En marzo de 2015 me cambié de carrera y universidad, y en noviembre del año 2019 me recibí de abogada con una tesis que expresaba lo imperiosa que es la necesidad de crear una nueva ley que ampare a los animales de compañía por lo anticuada y desactualizada que quedó la ley que nos rige hoy en Argentina.

Otra cosa que empecé a los 5 años es hípica. Siempre me gustaron los caballos y es un deporte que practiqué hasta bastante entrados los 16 (y dejé por los horarios del colegio nomás), a pesar de haberme caído de todas las formas posibles y a muy temprana edad, nunca me separé ni me dieron ganas de abandonar. Tal es así que hasta aprendí a montar a la inglesa (las dos piernas del mismo lado del caballo). Así como con los caballos, siempre amé los perros (los gatos igual, pero tardé un tiempo en darme cuenta que así como mi madre, yo también les tengo alergia). En casa siempre tuve, excepto por un período de unos 4 o 5 años; un perrito que tenía, que de hecho era bastante nervioso, me mordió la cara, requirió intervención quirúrgica (de la mano de mi padre, médico, que fue quien me cosió sin anestesia) y me dejó una bella cicatriz (en realidad son dos, pero una sola es la más notoria). Imperceptible para el ojo normal, pero yo que me la veo todos los días me acuerdo de esa tarde bastante bien. Tuve a Timmy, un lhasa apso, por 10 años y cuando falleció fue uno de los días más tristes de mi corta vida. Desde mayo de 2016 tengo a Nerón, un labrador amarillo que quienes me siguen en instagram lo conocen y lo ven más que a mí prácticamente, aunque lo llame por sus distintos apodos: Nerito, pupi, pepino, pipi.

De chica hice más deportes y disciplinas, tanto por gusto como por el colegio: danza jazz, gimnasia artística, ballet, natación, vóley, atletismo, hockey. Con mis amigos me gustaba jugar al fútbol. Ya de grande conocí zumba antes de que se hiciera el boom masivo en que se transformó hoy. Pero mi verdadera pasión por el deporte (que no requiera de un caballo, claramente) nació hace 4 años cuando conocí el pole dance. Al principio me sentía fuera de lugar, no me salía nada y me frustraba muy rápido; veía a mis compañeras hacer movimientos, figuras y transiciones imposibles y sentía que jamás iba a llegar a ese nivel. Ahí sí que varias veces pensé en abandonar. Nunca fui ni flexible, ni fuerte, ni elástica ni nada de eso. Jamás pude pasar el pasamanos de la plaza porque nunca tuve fuerza en los brazos, ni hablar de verticales, medialunas, abrirse de piernas ni nada de eso (típicas cosas que las niñas gym hacen en los recreos de la escuela o cuando juegan con sus amigas), siempre fui un tronco de roble con buenas piernas por la hípica, pero por lo demás, tenía la elasticidad en cero. Después de mucho intentar, mucho sudor, muchos callos, moretones y muchas lágrimas también, hoy veo el enorme avance que hice. Al margen del enorme cambio físico, me siento mucho mejor conmigo misma, y eso no puede apreciarse en ningún lado. Siempre digo que ese deporte me hace sentir fuerte y hermosa a la vez, me empodera, me hace sentir bien y sexy, me da placer verme con poca ropa que por TANTO tiempo me costó, dejo todas mis preocupaciones de lado y en la clase me conecto conmigo misma. Me dejo llevar, y por más que muchas veces me cueste hacer determinadas cosas, el gozo de progresar poco a poco me llena el alma, de la mano de dos profesoras que valen oro. Lógicamente ahora con esta cuarentena de mierda que seguimos transitando no pude continuar con las clases (ya que tristemente no tengo pole en mi casa) pero seguí tomando clases de flexibilidad y me asombra ver de lo que es capaz mi cuerpo. Me veo en fotos y videos y no me reconozco (para bien), y de marzo a hoy es increíble el cambio que veo y siento. En algún futuro me gustaría probar con las danzas árabes y el esgrima, pero para hablar de sueños pendientes tendremos otro espacio.

Como dije en mi entrada anterior, por mucho tiempo no me llamé a mi misma como feminista porque estaba creída que eso significaba “el machismo de las mujeres”, pero eso fue cambiando gradualmente entre los años 2014 y 2015. Además de las amargas vivencias que me tocaron atravesar, en base a leer, informarme y hablar con otras mujeres que transitaban lo mismo que yo, me di cuenta que sí, que ese era el buen camino. Me hizo conocer a personas increíbles y me ayudó a ponerle un nombre a mis ideales, experiencias e ideas. Me hizo dar cuenta de lo equivocada que estuve tanto tiempo al mantenerme ajena a ese mundo, y a la vez así fue como descubrí que a veces sanar heridas empieza hablando de corazón con una amiga sorora. Muchos lo ven como una moda, un chiste o incluso lo limitan al color de un pañuelo, pero les aseguro que es muchísimo más que eso. Es la herramienta que me salvó la vida y de situaciones tóxicas y peligrosas más de una vez. Y no, tranquilos, no soy una iglesia evangélica lava cerebros tratando de convencerlos de seguir por el camino correcto, sólo es mi experiencia contándoles que yo antes también estaba en la vereda de enfrente y me la terminé dando por las malas. Obvio que me hubiera gustado conocer este ámbito con una buena experiencia, pero una vez leí que las mierdas que nos pasan en la vida, nos sirven de abono para plantar un porvenir mejor, y así fue.

En ese camino de redescubrimiento y encontrar cosas que me sanaron, encontré la religión. Si bien fui criada en el cristianismo, fui bautizada, tomé la comunión y fui a una secundaria religiosa (donde me di cuenta efectivamente que esa religión es un circo de mentiras), yo nunca me sentí cómoda ahí. No era para mí. Menos después de saber que el cristianismo se basa en el odio, la misoginia, la pedofilia, la homofobia y demás crueldades ilógicas en nombre de un dios que no existe. La religión que sigo yo se llama Satanismo Laveyano (no me voy a extender en explicar acá, para algo está nuestro bello amigo google) y al margen de eso incursioné en la brujería. Hace ya muchos años que sentí esa “señal”, el “llamado” como le dicen y formalmente soy bruja hace unos 5 años. Tampoco quiero hablar mucho de esto acá, ni dar tantos detalles de un tema que es delicado y entre personas que ignoran el tema puede sonar intimidante o atemorizante, pero respondiendo a las preguntas estúpidas que me suelen hacer muchos, no, jamás embrujé a nadie, no hago sacrificios de animales, no hago que el amor de tu vida se enamore de vos ni traigo de vuelta a los muertos de sus tumbas. Soy una bruja que forja su propio camino con sus propias vivencias, tengo mi propio libro de las sombras artesanal físico y tengo también un tumblr de brujería donde de tanto en tanto recopilo datos y cosas que me interesan, y en caso de que quieras pispearlo y saber un poco más, hacé click acá.

Ahora, si tengo que hablar de otra de mis mayores y más grandes pasiones, llega la música. No es difícil deducir, quizá por la estética o por algunos de mis tatuajes, que soy del palo del heavy metal. Don’t take me wrong, no soy una cerrada cabeza de termo, pero sí es el género que más escucho y más me mueve. Mi banda favorita es Metallica, la responsable de que yo hoy sea lo que soy, la primera banda del palo que me enamoró y como voy a decir siempre, mi primer gran amor. Le siguen otras como Iron Maiden, Megadeth, Ozzy Osbourne, Helloween, Bon Jovi, Guns n Roses… También escucho cosas un poco más clásicas como Queen, AC/DC y The Rolling Stones, y por otro lado bandas del estilo de Nickelback, Oasis y Coldplay. Si a alguien le interesa sacarse la duda y saber un poco más, haciendo click acá vas a ir a mi lista de reproducción predilecta que armé en Spotify. Tengo un par más pero esa es mi lista comodín, la de “todos los días”. Un toque más arriba mencioné el tema de los tatuajes, y esa es otra cosa que me encanta: las modificaciones corporales. Si bien con el paso de los años fui cambiando mucho de opinión respecto a este tema (de chica decía que jamás iba a hacerme perforaciones faciales ni tatuajes en los brazos o lugares visibles), hoy estoy muy conforme con las que tengo. Mientras escribo esto tengo 18 perforaciones y 16 tatuajes. En caso de que se lo pregunten, sí, todos y cada uno de ellos tienen un significado y una historia detrás, son una partecita de mi historia que me decidí a plasmar en el cuerpo. Cuando llegué a la mayoría de edad me hice el primero: el logo de Metallica (porque claramente, no me lo pude hacer antes). Mis padres contrariados (DETESTAN todo lo que sea piercings, tatuajes, expansiones y modificaciones del estilo) me lo terminaron regalando como regalo de los 18. Pero resulta que ese tatuaje lo craneé cuando tenía 10 años. A los 16 se lo planteé a mi mamá, que me dijo que tenía que esperar a los 18. Cuando llegó el día me dijo que hable con mi papá (generalmente esta cadena de peticiones terminaba en una negativa rotunda), pero considerando que aun siendo mayor les estaba “pidiendo permiso” terminaron accediendo. Me acuerdo que mi mamá me dijo “es el primer tatuaje que te hacés, y el último”. Sí claro. Y ya que hablé de música y tatuajes, combinando estos dos ítems me remito al último (así no se hace más largo… bueno las pelotas, ya es largo pero ustedes me entienden) del cual me suelen preguntar mucho una vez que ojean mi feed de instagram…

Probablemente lo más extraño, hermoso y fuera de lo común que me pasó en la vida es esto que les voy a contar, que de todas formas lo conté mil veces pero porque de verdad me hace muy feliz. Hay gente que dice que tengo suerte cuando voy a buscar a determinados músicos a hoteles y consigo fotos y firmas; más que suerte es constancia y voluntad, además de tiempo, pero esto no se le acerca ni por poco. Con esto conseguí muchísimo más por muchísimo menos. Soy amiga de David Ellefson, conocido por ser el bajista y co-fundador de Megadeth. Lo que empezó siendo un intercambio ida y vuelta de mails en el año 2012, terminó en charlas de whatsapp e instagram prácticamente todos los días. Obviamente también voy a contarles esto con más detalle más adelante, pero como cuando alguien nuevo me empieza a seguir, ve mis fotos o mis historias destacadas, lo cuento, así como cuando subo fotos a historias. Es usual que me llegue la pregunta de “¿y cómo hiciste para pegar onda con él?” o “¿cómo es que te hiciste tan cercana?”. A su tiempo, lo comento en un minuto y así nomás, pero para quienes no me conocen sepan un poquito más de mí. A lo que iba, el tipo no es simplemente un músico con el que hablo de vez en cuando, realmente tenemos una relación muy bonita y de muchísima confianza, somos muy cercanos y hablamos de absolutamente todo. Nos contamos todo y siempre que necesito una palabra de guía, ayuda o consejo, sé que cuento con él. Hace tres años me tatué su firma en la muñeca izquierda, y hace un año le anexé una frase de uno de mis temas favoritos que él escribió y representa nuestra relación en su máximo esplendor: “I know that somewhere, someone hears my voice”. Realmente es alguien a quien le tengo muchísimo aprecio, le debo mucho y me llena el alma desde que lo conozco. Ya contaré cómo es que pasó (a día de hoy todavía me cuesta un poco creerlo), pero sepan que es una persona que tengo muy presente en mi vida, y lo lindo de esto es que es algo recíproco.

En fin, creo que hasta acá llegué. Me cebé un poco pero si quería hacer una introducción como se debe, no tenía que pasarme ningún detalle por alto. Ya vieron qué cosas son las que me interesan y de qué es más factible que escriba. Puede surgir alguna noticia o algo de actualidad que, como bien hice siempre en twitter, acá puedo hacer una crítica, una reflexión o simplemente dar mi punto de vista. Creo que nunca en mis años de blogger había escrito algo tan pero TAN largo (hasta acá llevo 9 hojas de Word), pero supongo que también, además de estar hablando de algo que conozco a la perfección, es la libertad y el placer de no tener topes ni límites de caracteres. Seguramente arranque varios bostezos o haya gente que se canse a la mitad (o a los dos renglones), pero como dije antes de empezar con el blog, esto es en primer lugar algo de mí y para mí. Elijo compartirlo porque puedo, pero tampoco puedo estar pendiente de que a alguien no le guste o se queje de la extensión de mis textos. Esto es hermoso, es mío y me abro a ustedes. Hasta acá llego, mientras ando preparando las futuras entradas que iré subiendo con los días. Gracias por leer.


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