sábado, 15 de enero de 2022

A life in the making...

 

… About to unfold

Cuando tus pies sienten la arena y el romper de las olas, no sabés hacia dónde vas pero no podés cambiar el rumbo. Ahora tenés un corazón lleno de sueños, y acá es donde vas a quedarte.

Desde hace ya muchísimo tiempo encuentro en la música diversión, inspiración, apoyo, ayuda y consuelo. Para quien me sigue en las redes sabrá de las bandas a las que mayor aprecio les tengo, y también las que más me enseñaron. Hoy que vengo medio sensiblera por una cuestión de, llamémosle, la luna, o mercurio retrógrado, o por una simple idea, me puse a pensar en eso.

Esto es lo que yo llamo un vómito verbal cargado de sentimentalismo, es sencillamente una reflexión que vine masticando mientras cerraba mi jornada de hoy y me pareció bueno compartirlo.

En mi opinión, no hay mejor maestra que la vida misma (perdón arrancamos con la ñoñada, pero la entrada va por ese lado y la dirigí con esa intención). Pero no como en el colegio o en un juego de rol donde practicás estrategia, acá no hay pedagogía, psicología y muchas veces ni tiempo de recalcular. Es todo así, ya. Aquí y ahora. La vida muchas veces te tira flores y algodón, otras veces te caga a piedrazos y cuando estás en el piso, viene a seguir pateándote. Es lo que pasa cuando no tenés margen de error o una segunda chance. Piedad cero. Ahora, si tenés la fuerza y la energía como para levantarte y seguir, felicidades pasaste la prueba, pero puede que te vuelva a pasar.

Otra canción que me encanta dice que la vida te cambia como el clima, que no sabés a dónde vas, pero que sabés por dónde estuviste. Un poco se trata de eso también. No de ser un tiro al aire y que tu vida esté ligada meramente al azar, pero ese gustito de la incertidumbre que puede resultar muy bien, como a veces puede resultar muy mal.

Pocos realmente saben el trasfondo, pero hace unos meses estaba hundida en la mierda. 2021 realmente fue un muy buen año en líneas generales, pero tuve picos de recaídas donde no encontraba fuerza para subir, me enterraba y me enterraba y no tenía manera posible de poder salir. Y antes de que se lo formulen, no, nada tiene que ver con que se haya destapado a Ellefson como pedófilo. Fueron cuestiones más graves y personales.

Fue en un lapso de mes y pico cuando aprendí rápido de una manera dura., es donde repito lo de pedagogía cero. Me sentí mal, lloré, me arrastré, sufrí, la pasé pésimo, pero pude salir. En septiembre cerré un proceso de búsqueda laboral que me llevó casi dos meses, empecé a entrenar a diario, a dormir mejor, y de ahí en adelante mi vida sólo fue cuesta arriba. Conocí gente hermosa que de a poco me ayudó a salir, ocupé mi cabeza con otras actividades y pasatiempos, me apoyé en quienes siempre estuvieron a mi lado. Pude. Costó, pero pude.

Eso también fue un proceso de reconstrucción, pero a veces para poder hacerlo, es necesario derrumbar y tirar abajo toda la estructura para empezarla de cero. Ahí estuve también.

Mi abuelo era una persona de usar muchos refranes y era muy bueno con las palabras, habré heredado de él esa magnífica cualidad. “No hay mal que por bien no venga” y “siempre que llovió paró” fueron casi toda mi vida frases de cabecera predilectas. Claramente que cuando estás en el quinto círculo de infierno no hay palabra que valga para hacerte sentir mejor, pero cuando mirás para atrás y ves por todo lo que pasaste, entendés que vale totalmente la pena.

No es mi intención aconsejar a quien probablemente la esté pasando mal escribiendo esto; todos los duelos son distintos y un consejo es bastante impersonal en este tipo de situaciones, pero sin importar de lo que se trate, TIEMPO. Es la palabra clave. Va a costar, va a doler, pero todo con el tiempo pasa. El tiempo sana cualquier herida, dejando o no cicatriz.

¿A qué quería llegar? A nada, simplemente compartir un poco de mi aprendizaje, hablar de un capítulo doloroso de mi vida que logré cerrar y expresarme.